A fin de cuentas, nos subastamos a diario en este teatro moderno de cifras y títulos rimbombantes. Lo que nos diferencia, supongo, es cuánto estamos dispuestos a sacrificar para que nuestro "producto" brille más que el del otro, aunque esa etiqueta cueste noches sin dormir y estrés a precio de oro.
En este mundo donde las ideas son la moneda del siglo XXI, la tecnología es nuestro escaparate. El ingenio ya no solo se mide en esfuerzo físico, sino en cómo de rápido podemos imaginar el próximo algoritmo, la siguiente app que nos saque de este baile de la desesperación.
"Las ideas valen tanto porque no se pueden producir en masa." — Luzu
Así que sí, nos vendemos, pero al menos algunos queremos hacerlo a nuestra manera, en busca de un precio que se sienta como libertad y no solo como cadenas con mejores cifras. Porque si vamos a ser "mercancía", que al menos dejemos nuestra marca en el proceso.
Por eso, nunca dejes de probar. Si una idea falla, inténtalo de nuevo. El camino no es lineal, pero cada intento es un paso más cerca de algo grande. Persiste, porque solo los que insisten encuentran el éxito que otros abandonan.